Calles de Barro

Un día, en el verano de 2015, Iván, le comentó a Nando, que conocía a alguien en San Felices que hacía talleres infantiles con arcilla. A nuestro alcalde le pareció una buena idea y un domingo por la tarde, sin nada mejor que hacer, acompañado por su hermana Ana, nuestra Nanda, decidieron ir a visitar a Alberto y conocer de primera mano esta interesante propuesta.

Concretaron el taller infantil y trajeron consigo una no menos atractiva oferta. Para llevarla a cabo, sería necesario el compromiso de un generoso grupo de gente. Alberto, les lanzó un ofrecimiento, al igual que habían hecho en San Felices, podrían realizarse unas placas con barro y cristal para poner por el pueblo con los nombres de las calles, dando el relevo a las que en su momento marcaron de su puño y letra y que apenas se conservan, Alberto Martínez  y Fernando Jimeno.

Alberto, generosa y desinteresadamente, se ofrecía para dedicarnos su tiempo y enseñarnos las nociones básicas para que pudiésemos llevarlo a cabo. También nos dejaba las herramientas y lo necesario para hacerlo (torno, horno…) El pago del material sería costeado a partes iguales entre el ayuntamiento de Añavieja y la Asociación de Amigos de Añavieja.

La propuesta ilusionó. Con un buen equipo enrolado, se iniciaría en octubre de 2015, con la idea de poder ocupar de manera fructífera parte de   los ratos de invierno.

Como ejemplo, teníamos las que habían hecho en San felices, sin embargo, queríamos darle otro toque, un cambio que las hiciera más nuestras y con el que pudiésemos dar rienda suelta a la creatividad.

El primer día del taller, se decidió por votación de los asistentes el color del cristal, las calles irían en azul y blanco y las de los edificios públicos, para hacerlos distintivos en agua marina. Y por supuesto, aparecería nuestra seña de identidad, ¡una tortuga! Cuyo caparazón podríamos modelar haciendo uso de nuestra inventiva. ¡Cada placa llevaría la marca de su cantero!

Para la mayoría de los 30 alistados en el grupo, sería nuestra primera toma de contacto con el barro, uno de los materiales más primitivos y puros que hay. Pudimos experimentar las sensaciones que provoca éste material húmedo, pegajoso y suave. Percibir su textura, color, olor. Vamos… ¡un regalo para los sentidos! Y en ocasiones…lo fatigoso que resulta trabajar con él, si no reúne las condiciones óptimas de humedad.

Siguiendo con las directrices de Alberto, en primer lugar se hacían las planchas. Para pasarlas por el torno y dejarlas con la medida estipulada. Posteriormente, una vez encuadrada, se calcaba el nombre, con la letra convenida, pudiendo colocar la tortuga libremente. Llegaba el momento de más precisión, vaciar el barro con las herramientas. Teniendo especial cuidado con ángulos en letras y aristas. Concentración…para que el resultado fuese impecable. ¡Qué frío pasamos algunos días en el ayuntamiento! Llegados a este punto, sólo cabía esperar a que el barro fuese secando lentamente y una vez lijadas, con sumo cuidado había que pulir cada placa.

Alberto y Ana, nos abrían las puertas de su casa y en su taller, procedíamos a la siguiente fase del proceso…rellenar las oquedades hechas, con cristal, que previamente tenía que haber sido limpiado con pulcritud y machado con fuerza.   Y como para gustos están los colores, cada uno compensábamos el blanco y azul a nuestro libre parecer, dando lugar a un plural resultado. Cuando no quedaba ningún resto de polvo de cristal, a golpe de pincel, que pudiera deteriorar el resultado ¡Ya estaban listas para hornear!

Todos esperábamos expectantes y con anhelo las buenas noticias de Alberto y las imágenes con el resultado.  Requería de una noche entera de cocción, llegando a alcanzar una temperatura de 1100 grados,  incluso de 1300  y un día largo hasta que el horno se enfriaba y podía salir a la luz el resultado. ¡Qué largo se hacía! Y qué reconfortante cuando llegaban las fotos a través del grupo de whatsapp creado para la ocasión y de cuyo nombre me he servido para encabezar esta reseña. Nos vino genial para poder comunicarnos, intercambiar impresiones y darnos ánimo!

Y llegó el momento del último arreón, colocarlas en las paredes y recovecos del pueblo. El resultado… ¡patena!

Así, placa a placa, hasta un total de 43, más dos colaboraciones especiales, mención especial requiere, el humilde homenaje rendido a   Hugo [i] , grande Hugo, personaje singular. Demasiado pronto, demasiado duro. Vuela alto, vuela libre, la felicidad tiene tu nombre.

Hemos disfrutado con éste taller, sumado conocimientos, descubriendo y engalanado las calles y rincones del pueblo, pero no sólo eso, también hemos aprendido que lo que puede surgir de una conversación por casualidad, gracias al trabajo en equipo, al esfuerzo, al interés y desinterés y derroche de alegría y entusiasmo de personas como Alberto y Ana, no ocurren las cosas por casualidad, sino porque hemos hecho algo para que ocurran.

¡Gracias a todos!


1 Hugo Calavia. Alma libre, que conocía el verdadero significado de ser libre. Amante de la vida, eligió vivirla de la forma que le hacía feliz, hasta que le fue arrebatada de manera violenta el 13 de abril de 2015 en Salvador de Bahía, cuando disfrutaba de uno de sus mayores anhelos, descubrir mundo.

La placa viajará a tierras riojanas, a Nieva de Cameros, donde Hugo trabajaba como forestal, para dar nombre a una fuente que él mismo diseñó y que se encuentra en la Sierra de Cameros.